> ENTREVISTA A LUCAS GARCÍA

Por Ulises Rodríguez

 PARA LA GACETA - TUCUMÁN

En el 2012 -por esas cosas del azar- el director tucumano Lucas García se enganchó con una crónica sobre la vida de Andrés Bazán Frías. Allí se enteró la historia de esta especie de Robin Hood, nacido a finales del siglo XIX, en el barrio Los Siete Lotes de Villa Alem. El cineasta quedó impactado con la vida de este hombre que robaba comida para repartir entre los que pasaban hambre.

“Comenzamos a realizar un ‘falso documental’ dentro de la cátedra de montaje de la Escuela de Cine a medida que iba apareciendo más información: noticias de LA GACETA, del diario El Orden y un libro escrito por Mary Guardia, nieta de Bazán Frías”, cuenta Lucas García.

Para empezar a trabajar con la película de Bazán Frías armaron el grupo que hoy se llama Cine Bandido, conformado por Juan Mascaró (quien entonces era el profesor de montaje), Virginia Agüero, Carolina Gramajo, Duilio Gatti y García. Con la información conseguida presentaron un proyecto al INCAA -que resultó ganador en el 2015- y al año siguiente comenzaron a filmar en el penal de Villa Urquiza junto a los internos.

- ¿Bazán Frías podría ser comparado con el Gauchito Gil aunque con menos devotos y no tan conocido fuera de Tucumán?

- Me parece que sí. Bazán Frías es un personaje prácticamente solo conocido por personas de 40 años en adelante, más o menos. En ese sentido es un mito perdido y olvidado, sumado a que no hay fotos, videos ni archivos “oficiales” sobre él. Y nosotros nos apropiamos de esa falta de información y desconocimiento para explotarlo a nuestro favor. Esa es quizás una de las razones que nos llevaron a filmar en la cárcel.

- ¿Debieron sortear muchos trámites burocráticos para filmar en la cárcel, teniendo en cuenta que se trata de la historia de un “bandido”?

- Fueron cinco o seis meses de espera. Ingresamos al penal en el marco de un taller del Ministerio de Educación. Franco Venditti, quien en ése momento era el referente de educación en contexto de encierro, se entusiasmó mucho con el proyecto y se encargó de llevar adelante los trámites burocráticos. El 5 de julio de 2016 fuimos a la escuela del penal a presentarnos y contarles a los muchachos nuestra idea. Muchos se anotaron y comenzó el proceso de autorización para que puedan ser filmados. Un mes después ya estábamos filmando.

- ¿Cuáles fueron las mayores dificultades que tuvieron a la hora de rodar y trabajar con los internos?

- Me parece que fue el poco tiempo para poder conseguir buenos testimonios y filmar las escenas de ficción. Nosotros filmábamos sólo los sábados de 14 a 17. Y no sucedía que a las 14 estuviéramos todos para largar el rodaje. A veces la requisa se extendía y ellos tardaban en llegar, entonces esas tres horas pasaban a ser dos. Y había que administrar bien el tiempo porque había días que necesitábamos charlar con ellos, también hacer las ficciones y eso fue un problema en un momento. Quizás otro punto que no debería obviar es la falta de algunos de ellos, con quienes ya contábamos para trabajar. Y esas faltas no eran por falta de ganas, sino que varios de ellos durante todo el proceso tuvieron peleas durante la semana y algunos no aparecieron nunca más. Eso fue triste para nosotros porque con algunos ya habíamos establecido un lazo de afecto.

Tras los muros

Filmar una película en un penal como Villa Urquiza no es lo mismo que hacerlo en un lugar que simule una cárcel o en un set de rodaje. Los que viven privados de su libertad están allí y no son extras ni actores como en series exitosas como “El Marginal”. “Recuerdo que cuando ensayamos la escena de la muerte de Bazán, uno de los chicos, Capullo, quedó muy conmovido al ver a Silvia, quien interpretó a la madre, llorar y gritar en el momento que lo encuentra muerto. Hay un plano de Capullo, que no está en el corte final, donde se lo ve muy conmovido y emocionado con algunas lágrimas que asomaban por sus ojos. Luego me contó que se acordó de un familiar muerto. La muerte, algo que nosotros los clase media nos encargamos de taparla con nuestros ‘buenos y sanos proyectos de vida’ está allí muy presente”, cuenta el director.

- ¿Cuál fue la reacción de los protagonistas al verse en la película el día que la estrenaron en la cárcel?

- Fue una montaña rusa de emociones. Estaban fascinados al verse contando sus historias y actuando. Las escenas de acción son las que más les gustaron. Pero también fue fuerte ver a algunos de los muchachos que están muertos. Fue como verlos vivos por un rato. De igual manera ellos saben que la película no muestra todo lo que pasa allí dentro y, para nosotros, era importante que ellos digan eso. Por eso hay un relato sobre eso en el corte final.

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